PESAMES

CERTIFICADO DE DEFUNCION

"El infraescrito D. Ezequiel Valverde Gonzalez, Cura Economo de la Iglesia Parroquial de San Pedro y San Pablo de Granada el dia once de febrero de mil novecientos sesenta mande dar sepultura eclesistica al cadaver de D. Rafael de la Torre Viedma, natural de Granada, vecino de Granada, de ochenta y siete años de edad, hijo de D.Jose Maria y de Dª Carmen, de estado soltero, que segun certificacion facultativa fallecio el dia de hoy a las doce y treinta de la (no lo pone) en la calle Carrera de Darro, numero cuarenta y cinco, habiendo recibido los Santos Sacramentos. Recibio sepultura en el cementerio de esta. Y para que conste expido la presente, que firmo fecha ut supra".

LAS AUTORIDADES EN EL ENTIERRO

IDEAL 13 de febrero de 1960

CRONICA DE MARINO ANTEQUERA

IDEAL 12 de febrero de 1960

Rafael Latorre, decano de los pintores granadinos, ha muerto. Con él se va una época no sólo del arte, sino de la vida de nuestra ciudad. Sobrevivió a muchas generaciones y algunos de sus discípulos han entrado en la ancianidad sin que al maestro se le advirtieran síntomas de cansancio, de desilución. Ha trabajado, ha pintado hasta el fin de su vida tan dilatada. Si fuese comprendida la intensidad del esfuerzo del pintor, hubieran premiado hace ya muchos años laboriosidad tan sostenida. Pocos alicientes tuvo para sostenerla. Un solo premio, y de carácter particular, animó sus años mozos. Como Gómez Moreno, como Barrecheguren, logró marchar a Roma. Lo permitió a su modestia la ayuda económica facilitada por aquel noble caballero cristiano que fue don Ramón Contreras.

Perseverante en su trabajo, lo fue también en su criterio. Se reía de los artistas viejos que para simular una juventud perdida se afilian a tendencias de vanguardia. Latorre, enamorado del sol y la gracia de Granada, puso en reproducir estos encantos su mayor empeño. Como Larrocha, jefe de una escuela rival, o Alcázar Tejedor, que andaba por aquí a principios de siglo, o como los continuadores de García Guerra y del sevillano García y Ramos, pintó esos soleados aspectos de Albaicín y de la ciudad baja que, aunque con técnica distinta reproducidos, también sedujeron a Isidoro Marín y a Tomás Martín. Conservaron un estilo uniforme entre esos mismos paisajes pintados por Sorolla, Sargent y Rusiñol, que a tantos contemporáneos de ellos arrastraron a la insinseridad. No digamos nada del paso por aquí de los de tendencias más apartadas del impresionismo templado de los granadinos. Ni Echevarría ni Regoyos dejaron otra huella de su paso que una levísima influencia en Ismael González de la Serna. Latorre, completamente invulnerable a cuanto no fuese su manera tradicional, siguió con el estilo aprendido en su niñez y con el mismo formó a sus dicípulos, muchos ya ausentes de su patria, como Villalobos y Urbano; otros, como Fernández Piñar, continuadores de la manera del maestro: otros, apartados de ésta, pero no disidentes de un mismo espíritu, como los dos más notables copistas españoles de nuestro tiempo: Gabriel Barrales y López Vázquez.

No se limitó Latorre a sólo el paisaje, fue tambié también pintor de asuntos de género, preferentemente granadinos, y de retratos, de los que quedan muchos en centros oficiales y en casas próceres, pintados con facilidad y con colorido jugoso. Dibujante hábil y firme, sesible al ritmo sutil de los contornos, muy diestro en entonaciones exastas, tuvo especialidad destacada en las naturalezas muertas, en las que fue continuador, más suelto y vigoroso de toque, del maestro de su juventud, Sanz del Valle. Como se ve, no exageraba cuando al principio aseguré que con Rafael Latorre muere una época.

Tuvo la suerte de vivir medio siglo en la calle que aún conserva el aire de la vieja Granada: la Carrera del Darro. Habitó primero la casa donde está hoy instalada la Comisión de Monumentos; después, en la que murió. Dos típicas casas solariegas, de las que abundaron en la feligresía de San Pedro vieron colmados patios, corredores y salas de cuadros modernos y de preciosas antigüedades entre las que se formaron, en el aprecio de obras nobles, muchas generaciones de discípulos, a los que el maestro no cobraba estipendo alguno, bastándole, como en los antañones talleres, con que le ayudaran en la imprimación de lienzos, en la confeccion de marcos, en empastes para restauraciones y en el lavado de pinceles. Era un buen método de enseñanza esta tradicional compenetración, del alumno, verdadero aprendiz, con el intrincado oficio de pintor, que no es menester para aprendido a la ligera, que nada importante -y el arte lo es en grado sumo- fue nunca obra de poco tiempo. Ya dijo el inolvidable Pontífice Pío XII: "Noble misión la del Artista que ayuda a los más insensibles y distraidos a ver, a gozar de la belleza natural de las cosas más humildes y, a través de ellas, de la belleza divina, y -mientras los pies siguen tocando la tierra- a levantar los ojos hacia el cielo, hacia Dios". Por desgracia, no es sólo el concienzudo enseñar el que con la muerte de artistas como Latorre se pierde; tambiém se nos escapa el ejemplo viviente de un arte inspirado en el manantial inagotable de emociones que es el natural. No ya los abstractos, los actuales figurativos viven de espaldas a la naturaleza. De ellos puede decirse, como de los bizantinos se dijo, que tienen ojos para no ver lo que tienen delante. Rara vez se ve a los pintores ahora en el campo. Prefieren trabajar cómodamente sentados a la mesa de camilla.

Todo esto nos hace sentir en propia carne la pérdida de Rafael Latorre, pintor perseverante en el buen camino; fiel a un ideal; perpetuador de una clase de artistas barrida por la vulgaridad de los tiempos; cultivador tozudo de una manera que si en el buen ayer encontró eco, este eco se ha perdido en el desolado materialismo, en el afán publicitario de la época presente. Dios tenga en paz al maestro que si sobrevivió fue para gozarse en el recuerdo de una época en la que el pintar llenaba de gozo el alma. Como no fue intrigante, no alcanzó favores oficiales. Sólo en la vejez fue elegido académico de la Real de Bellas Artes de Granada y no alcanzó a tomar posesión. La muerte se le interpuso a la hora de alcanzar lo que fue sueño de su vida.

PESAME DEL AYUNTAMIENTO DE GRANADA

PESAME DEL PINTOR Y AMIGO SORIA AEDO